Jorge Vazquez Piñon

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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS XVII

Consideraciones Antinihilistas XVII

XVII

Miedo y desesperación. Conciencia y existencia.
El miedo es sentimiento inmediato y predominante en una época de descomposición social, decadencia política y crisis histórica. El miedo es el grito visceral de la impotencia de desesperación; es, al parecer, la única expresión individual y colectiva que se permiten a sí mismos los hombres, bajo el dominio de la enajenación y alienación en vías de convertirse en extremas, y, por lo tanto, insoportables. Es espantoso que el miedo represente a los hombres que sienten y saben, que están encaminados hacia el terror y el horror, como situaciones de una sociedad decadente.

Es posible, con alto margen de probabilidad, que los hombres en estado de decadencia sucumban, cuando la sociedad es decadente; lo uno y lo otro, llegan a configurar semejante unidad, cuando el miedo individual es reflejo del temor social y colectivo. El carácter estrujante de la percepción del predominio del temor y su efecto paralizante –el pánico, o pavor- aparece como mayor y más grave, porque esos estados anímicos sólo son explicables por la supresión casi total y definitiva, de las ideas del bien, la verdad y la belleza, y eso es espantoso, porque es imposible que la vida del hombre sea humana sin esas ideas y vivencias de ellas; es imposible abrigar el sentido de humanidad, sin las ideas representativas de sus principios, fines y esencia. Y el estrujamiento es total, cuando el pensamiento descubre que la supresión del bien, belleza y verdad implica la supresión del amor en la sociedad, y también en la vida individual. Amor como creencia en algo superior y resolutivo del sufrimiento, y en la esperanza.

El estado final, resultante de esas supresiones y desplazamientos, es la desesperación como estado de confusión, renuncia, resignación, sumisión y auto abandono. Es insostenible la pretensión de suponer que semejante estado puede ser, a pesar de todo, humano, y sin embargo, lo es, porque alguna vez lo fue; y ese vestigio, por pálido y pequeño que fuera, sería la condición de posibilidad y fortaleza –por mínima que quiera considerársele- para la delimitación de la desesperanza y búsqueda de resolución, al menos en la idea, al menos en la subjetividad; cuando esto último llegara a resultar imposible, entonces la historia sería una verdadera monstruosidad, y la humanidad habría sido suprimida.
Es horrendo y doloroso admitir que esto ha ocurrido en tiempos pasados, remotos y recientes. Y el anuncio terrible y desgarrador, del advenimiento de una monstruosidad histórica, son las situaciones sociales que tienden a hacer imposible y mortalmente peligrosa, la expresión del pensamiento crítico y humanista –anti nihilista- que es, precisamente, el reducto último donde encuentran refugio la voluntad y esfuerzo de pensar la delimitación de la desesperanza; ese pensamiento también es reducto reflexivo de sus posibilidades de resolución, o al menos, para el reconocimiento de su origen y efectos.
El pensamiento mencionado, lo merece cualquier individuo, porque tiene la aptitud de pensar; es la aptitud que se debe conservar, fortalecer y engrandecer para contribuir al menos, a la resistencia frente a la alienación que se extiende, que deja tras de sí, la tierra quemada y estéril de la desesperanza.
Es importante que los hombres que abrigan el sentido de humanidad, preserven y nutran, la llama de luz que es la esperanza de la belleza, el bien y la verdad; a veces, desde la resistencia, a veces, desde el exilio; a veces, con la palabra; a veces, con el distanciamiento del ámbito histórico-social en descomposición, decadencia y en crisis; y también, de modo paradójico, a través del silencio que observa y aprende, y en su soledad, elabora propuestas y proyectos, entre las sombras y la discreción, con destino probable en los hombres del futuro, y como reflejo de promesa de esfuerzo de liberación, para los hombres del presente, caídos en la desesperación.

Descomposición social, decadencia política y crisis histórica, en su unidad, son anuncio de una transición hacía “algo” imponderable y desconocido; sea lo que fuere, una cosa es segura entonces: advendrá un sufrimiento mayor, para individuos y grupos, clases y pueblos; es el sufrimiento mayúsculo que significa la eclosión final y más poderosa, de una época que llega a su final, de un mundo que muere, y de otro, que quiere nacer entre la ruinas sombrías de un mundo que se atrevió a prescindir de las ideas del bien, la belleza y la verdad.

Pensar la unidad de la transición mencionada, también significa que ha sido conquistada la autoconciencia de una época en agonía, porque están a la vista la aparición de las posibilidades últimas, gestadas en la formación inicial del mundo que muestra encaminarse a su desaparición; ese pensar, es como el núcleo de neutrones que permanece, luego de la eclosión y muerte de una estrella supergigante.
Sin embargo, el pensar que reconoce las condiciones y componentes de su devenir y su relación con el mundo, jamás permanece en el examen de la descomposición, decadencia y crisis; frente a la situación extrema, enmudece, pero sin cesar la contemplación de la destructividad y disipación desorientada de las fuerzas últimas del mundo en agonía; pero no se reduce a esa contemplación: así como ve la caída del atardecer sombrío de un mundo que fenece, la condición de espíritu que es el núcleo del pensar, lanza los primeros rayos de la luz de un nuevo amanecer para el hombre y el mundo.
El pensar busca salvarse él mismo, siempre, porque es la actualidad de los principios de la humanidad; el pensar de manera indefinida las miserias de la crisis, los terrores de la decadencia y el horror de la descomposición, alienación y desesperación, terminaría convirtiéndose en pensamiento bloqueado en su relación con el mundo, bajo la presión de la oquedad del mundo. Semejante reflexión –viciada y circular- sólo la resistiría un “cerebro de bronce”, sin la expectativa de su utilidad, o ilusión de su inutilidad, caída en la trampa del pensar la descomposición por pensar la descomposición; de pensar la decadencia por pensar la decadencia; de pensar la crisis por pensar la crisis.
La reflexión no es de bronce, es de actos de espíritu que destella, en medio de la noche más oscura, porque los hacen posible los principios de la humanidad y por eso, el pensamiento reflexivo mira al hombre cuando nada queda para ser mirado. Esos son los actos de validez del pensar que busca la luz del amanecer, en un horizonte incierto; y esto es válido, porque esos actos son la fuente de luz de sí mismos, como el sol, que es origen de su luz; son los momentos de tristeza del espíritu, porque nada puede hacerse, porque ya nada es posible hacer en el mundo hundiéndose en sus propias sombras.
La luz que entonces queda es la teoría que piensa el futuro posible, y las figuras que podría tomar el nuevo mundo, a punto de llegar. De esta manera es como el espíritu muestra lo que es –sin temor a la exageración: su inmortalidad, esto es, la medida y figura de la inmortalidad del hombre. Pero esa iluminación no es serena, tampoco plana o dichosa: es trágica, porque proviene de emociones fuertes y continuadas que padecen los hombres y afectan al pensamiento que deviene en medio de cansancio creciente; es trágica, porque brota entre tensiones excesivas y prolongadas, que, en conexión con lo anterior, amenazarían al pensar con el colapso, simultáneo al del mundo que sucumbe.
Por esto es que el nacimiento de una nueva figura del espíritu es, al igual que el nacimiento de un mundo nuevo, o de una nueva vida humana, con dolor, dificultad y violencia. El nacimiento de una nueva figura del espíritu es así, cuando predomina el cansancio colectivo propiciatorio de la indiferencia frente a la decadencia política y descomposición social. En la indiferencia que representa la tristeza infinita de la ruina de los hombres, la conciencia fatal de que todo está perdido, de que es inútil cualquier esfuerzo, entonces cae el telón de la historia, y tal vez, del olvido, … pero con un destello de luz, intenso o tenue -no importa- en la penumbra casi total; lo importante y valioso, es que permanece cierta luminosidad.

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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS XVI

Consideraciones Antinihilistas XVI

XVI

Sufrimiento simbólico.

La descomposición social, decadencia política y crisis histórica, tienen el significado –oculto y reprimido- de una crisis de la vida, de la vida humana y configuración-reconfiguración de la relación del hombre con el mundo; tienen el significado de la renuncia del hombre para cuestionar y replantearse la realidad histórico social, la actividad humana, las ideologías, el contenido y orientación del pensamiento y de la existencia.
Esa renuncia del hombre, dicho sea, así, en abstracto, se torna en reticencia, o figura concreta de las conductas objetivas enajenadas, alienadas y desesperanzadas de individuos y grupos, y en ocasiones, de clases y pueblos.
La figura concreta suprema, explicativa de semejantes conductas, es la decadencia de las ideologías, su insuficiencia para que los hombres crean en ellas como operantes y eficaces para la actividad y comprensión de la vida.
La decadencia ideológica alcanza la máxima opacidad, cuando los hombres se vuelven sumisos y resignados a la descomposición, decadencia y crisis; entonces, la vida pierde atractivo y esplendor; la vida deja de vivirse, y los hombres empiezan a sufrirla. Este estado “de vida” es la alienación extrema y peligrosísima desesperanza.
Bien cabe suponer que lo uno y lo otro, al replegar la vida humana sobre sí misma, obligándola a tornar a su sencillez subjetiva, buscaría con cierta ansiedad o desesperación, volver a extenderse sobre la realidad histórico-social que la hace imposible, o dificultosa, para florecer, precisamente, con sentido de humanidad.
Es en ese ir hacia sí misma, y en ese volver a un mundo cruel y deshumanizado, que la conciencia se vuelve ciega, que la vida humana se torna muda y divergente. Los hombres sumisos –atrapados en la alienación de la desesperanza caen en lo único que puede caer, como ciegos que se comportan: caen en el sensualismo y excesos del hedonismo a su alcance.
La vida rechaza la alienación de la desesperanza, la descomposición, decadencia y crisis, con la reproducción y super reproducción de la especie. Esto bien puede explicar el estado demográfico de la especie humana y el malestar, o sufrimiento que ese estado provoca en el planeta. Poco o nada importa que los demógrafos, biólogos y sociólogos –cristianos, en particular, concedieran una mínima importancia a esa hipótesis. Sin embargo, semejante estado demográfico de la especie humana ya es condición de catástrofe ecológica y colapso de la naturaleza, que ya no puede garantizar la subsistencia de la especie humana, con decoro y dignidad.

La vida ya no es esperanza de la vida, bajo las condiciones actuales del mundo histórico-social. Esto es una de las razones por las cuales pensar en el futuro, resulta aterrador, con base en un presente donde el sufrimiento es innegable para cualquiera; el mundo es sentido como peligroso, intimidante y amenazador, casi para cualquiera, de modo particular en ciertos países, en sociedades en descomposición, decadencia y crisis.

Muchos hombres sufren el mundo contemporáneo, jóvenes, o viejos, ricos, o pobres, ignorantes, o cultos, fuertes, o débiles; entre ellos, hay muchos que no saben sufrirlo, que no entienden el dolor, que no aciertan a intentar manejarlo, porque su variedad de formas y fuentes de origen resulta inmanejable. Es probable que, por esto mismo, se hayan ampliado los pórticos de ingreso a los mundos ficticios de los falsos deleites, transitorios y aniquiladores.
Esto es un símbolo de la sociedad en descomposición, decadencia y crisis. Cuando no se sabe sufrir, se tiene que sufrir mediante condensaciones y sustituciones del no-saber sufrir; entonces, la vida individual y social se torna más desdichada; y sin embargo, en semejante contexto histórico-social aparece, por ejemplo, el anti-humanismo, pero sin suficiente éxito; surgen variedades de la experiencia religiosa, o exploración de posibilidades de creencias y modos de vida, en otras religiones, pero con un velo de escepticismo, escondido y reprimido; y también, aparece la conducta anárquica subjetiva y objetiva: aparecen individuos y grupos movidos por la activación del latido de la rebelión sin esperanza.
Y en semejante contexto, surgen dos cuestiones: sí la rebelión es aplastada, eso ¿implicaría la desesperanza radical? Esto es el límite del examen del sufrimiento simbólico. Nadie tiene el derecho para exigir, ni siquiera proclamar, la renuncia a la esperanza. Entonces, sería mejor callar. Pero la perseverancia en el silencio tendría por resultado, con seguridad, una conciencia ruinosa y sombría, opaca y dolorosamente deshumanizada.

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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS XV

Consideraciones Antinihilistas XV

XV

Hombre y capital.

La figura del estado actual del mundo o época contemporánea aparece como unidad asombrosa, incomparable, a la vez que inquietante. Es la figura resultante de medio milenio de evolución económica, política y social que tiene como apariencia el dinero y su significado, y por esencia, la explotación de la fuerza de trabajo, también llamada plusvalía, conceptos debidos a Marx.
La figura del mundo contemporáneo es figura de unidad, y señalado con mayor precisión, de “consubstancialidad” del hombre y el capitalismo. Semejante fusión aparece de modo conceptual, y sin que sea real, el devenir de la cultura y civilización siguen las pautas del devenir del capital; ellas son el capital. Desde esta perspectiva, pareciera que lo uno ha llegado convertirse en lo otro; que han intercambiado sus propiedades, y que los fines de uno, han desplazado los fines del otro.
En ninguna parte del mundo, son distinguibles uno del otro a primera vista; por igual, es cierto que esa unidad descansa con debilidad, sobre la imposible identidad del sentido de humanidad con la esencia del capital, -la explotación y sobreexplotación de la fuerza de trabajo-; y, sin embargo, su “consubstancialidad” aparente hasta ahora, orientada por la dirección de los recursos, instrumentos y aparatos del capitalismo, parece destinada a impedir del modo y con la fuerza que fuera necesario, la transformación del orden de la civilización capitalista; esa voluntad de dominio y control se muestra eficaz, cuando aparecen intentos de rebelión, insurrección o rebeldía, de carácter popular.

La mirada a las totalidades de la historia mundial descubre que en la historia nada ha permanecido para siempre, aunque esto haya sido la voluntad de vida y acción de un pueblo.
Si bien, hoy en día resultaría intolerable en una universidad o escuela de historia de cierto prestigio, quien dijera –aún con postura metafísica- “que el capitalismo no durará para siempre”, la consideración de semejante argumento abre el camino para una especulación mayor, y quizás, no tan atrevida; aparece con esa cualidad, porque esa argumentación ya apareció en una ocasión en la historia del mundo.
Casi a finales del siglo II d.c., a pesar de los esfuerzos del emperador Marco Aurelio para mantener a los germanos en la ribera norte del río Danubio, Roma tuvo que permitir asentamientos bárbaros en la ribera sur, bajo el contrato de ellos como colonos y guardianes de la frontera; de ese modo dio inicio la descomposición social, primero, y decadencia política, después, del Imperio Romano, no obstante que en esa época, la caída o desaparición de Roma, era simplemente impensable, porque “Roma era el mundo” y el mundo no podría desaparecer.
Y, sin embargo, cayó, doscientos años después, y de sus escombros surgió un mundo diferente, que cargó con herencias romanas, unas deseables, otras indeseables; el mundo que se formaba cargó con esas herencias, a su pesar o con su voluntad. La alegoría es pertinente, con relación a la consideración del argumento especulativo del colapso de una realidad de “consubstancialidad” entre el hombre y el capital.
Es inquietante la imagen que entonces surge, no tan fantasiosa como cabría suponer; la novela y el cine de anticipación que muestran un mínimo respeto y reconocimiento a las condiciones históricas y situaciones del capitalismo, son representaciones de efectos del colapso del binomio hombre-capital; es una imagen de apocalipsis y desintegración, que ni siquiera concede la supervivencia mediante la barbarie y el saqueo; a su pesar, concede que, el efecto de semejante colapso, sería el predominio absoluto de la instintividad que -tarde o temprano- terminaría por aniquilarse a sí misma, y con más semejanzas que diferencias, el planeta Tierra acabaría por alcanzar gran parecido con la Luna.
Y más aún, el fundamento del argumento especulativo mencionado es histórico, brota del devenir del mundo capitalista y sus políticas respecto a los intentos revolucionarios de la clase trabajadora, manifestados a lo largo del siglo XIX; son las políticas que han hecho imposibles los intentos de transformación revolucionaria del orden de la civilización capitalista; han sido las “políticas” del aplastamiento de la acción y rebelión revolucionarias en cualquier parte del mundo.
Con seguridad, esas políticas siguen vigentes, y en el futuro inmediato, así serán. En todos los países del mundo que tienen cierto desarrollo social y económico, y en los poseedores de riquezas naturales importantes para el capitalismo globalizado, las fuerzas del poder a su servicio están alertas y vigilantes, atentas y dispuestas a reaccionar, al indicio mínimo de intentos semejantes.

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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS XIV

Consideraciones Antinihilistas XIV

XIV

Espíritu del mundo contemporáneo.

Los años finales del siglo XX y etapa inicial del siglo XXI, han sido la época de la globalización, desde temprano envuelta con una bruma de escepticismo; también debe decirse que la misma época tiene la figura del rastro que ha dejado tras de sí, el proceso asombroso de la caída del socialismo soviético; esas figuras de renovación del capitalismo y caída del socialismo autoritario, se han fusionado con la tradición política de Europa y Estados Unidos, inaugurada por la revolución francesa: la democracia moderna.
La época referida ha tenido -y seguramente tendrá por largo tiempo- a la democracia como horizonte histórico, voluntad política y concepción del mundo y de la vida.
La aceptación de la democracia y su defensa, es casi mundial, y los países donde no la hay de modo suficiente, son vistos como una sociedad atrasada y opresora, aunque no fuera renuente al capitalismo, pero resulta señalada de esa manera, porque aparece como impermeable o reticente, a la ideología predilecta y reforzada del sistema del capitalismo: la ideología de los derechos humanos, y que cada vez se abren a la incorporación de más y más aspectos de la actividad humana, de componentes de la condición humana y de la relación del hombre con el mundo, como figuras constitutivas de los derechos humanos.
Es por esto, de modo principal, que la democracia aparece como forma predominante del espíritu del mundo contemporáneo.
En cualquier parte del mundo, la democracia es exaltada y defendida, asumida y promovida, pero con signos que no siempre son los mismos: también, en nombre de la democracia, se cometen abusos sobre los indefensos y débiles, y crímenes contra la sociedad y aspiraciones de los pueblos. En efecto, la democracia está amenazada por sus estructuras interiores, o manipulación con cinismo o astucia, de sus componentes, mecanismos y aparatos de partidos, propaganda y división de poderes republicanos.
En nombre de la democracia –del signo que sea, es posible la opresión exitosa de la voluntad de los pueblos; es permitida la represión y manipulación de los disidentes, que en muchas ocasiones no aciertan a entender el juego de las fuerzas democráticas, o no saben medir y medirse con el adversario; entonces se abre el camino al juego perverso, siniestro y manipulatorio del engaño y autoengaño, de la propuesta y la contrapropuesta, del consenso, el contra-consenso y el golpe de astucia; y todo esto es juzgado –y tolerado por la sociedad, como democrático.

En el estado actual del mundo, la presencia mundial de la voluntad democrática parece el signo del mundo histórico, que está estancado, gira sobre sí mismo, porque no se concede un futuro mejor, con menor injusticia; no permite la activación de su posibilidad latente de transformación, y que, tal vez, es la única: la emancipación de la clase obrera, al menos, su acceso a formas políticas democráticas verdaderas.
En cualquier parte del mundo –con diferente medida y gradación- la clase obrera aparece sumergida en la enajenación y alienación; anestesiada con los mitos de confort, el crédito y el consumismo; aturdida, respecto de la conciencia de su importancia en la historia y significado en el mundo contemporáneo.
A la vez, aparece como excluida de la historia, no obstante que es el agente de la historia. Y en muchas partes del mundo, la clase obrera es tímida, o indiferente a la lucha política por la democracia efectiva. Sin embargo, la simple existencia de la clase obrera -aunque sea pasiva y alienada- es freno y límite a la desesperanza que se extiende por el mundo. La simplicidad de su existencia impide que se desborde la renuncia radical y definitiva a la justicia y dignidad.
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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS XIII

Consideraciones Antinihilistas XIII

XIII

Nuevo humanismo político.

El desarrollo asombroso y admirable del portento de la tecnología para la aceleración de partículas de alta energía, parece el amanecer de un hombre nuevo; es aurora que aparece con el signo de la alienación radical, bajo la posibilidad del signo de la alienación radical positiva; pareciera que el hombre cambiaría “de modo radical”, “desde la raíz”, y de ese cambio, emergería un hombre nuevo, un mundo nuevo, una cultura nueva, en una palabra, otro espíritu.
La nueva realidad histórico-social, que parece prometer la tecnología del control de partículas de alta energía, sería el mundo de la muerte de la religión, al menos en Occidente; sería el mundo del cambio de significado del temor a la muerte, y esto implicaría una modificación rapidísima del sistema de los instintos humanos, del pensamiento y del lenguaje; sería el mundo del señorío de la tecnología y que de inmediato, exigiría el examen necesario de los nuevos sistemas y figuras del nuevo poder tecnológico, desde la perspectiva de algo universal y permanente, aunque llegara a ser como Dios, y que es consustancial al ser del hombre: los principios de la humanidad, o libertad, pensamiento y acción constituyente de realidad histórico-social, que son el trabajo, la tecnología y la política.

Sería demasiado aventurado en el inicio de la segunda década del siglo XXI, adelantar alguna prefiguración concreta, determinada o aproximada, del nuevo hombre, del nuevo mundo, de la nueva cultura, del nuevo espíritu. Tal vez, para mediados del siglo, decir algo al respecto, no resultaría tan aventurado.
Sin embargo, en la actualidad puede mencionarse el significado y la importancia de figuras de pensamiento apropiado que, desde ahora, aparecen como condiciones de posibilidad para la autoconsciencia de la libertad, porque un estado de alienación radical del hombre –aun con signo positivo, podría seguir múltiples caminos y abrirse de modo simultáneo, a orientaciones diversas, con horizontes imposible de atisbar en la actualidad.
En la medianía del siglo, sería posible y visualizable. Desde la posición y perspectiva de la actualidad, puede vislumbrarse, entre la brumosa incertidumbre, que la crítica del mundo y del señorío de la tecnología, podría constituir la misión del pensar, frente el sentido positivo –inicial y primigenio- del hombre nuevo; la misma misión, implicaría la constitución de la idea de una figura política de supervisión democrática y popular de las nuevas tecnologías, a la vez que encargada de la corrección de sus nuevas orientaciones.
Esa figura política podría resultar enriquecida y potenciada por los avances y conquistas del hombre proletario en favor de la liberación del trabajo, esto es, de la supresión del trabajo explotado. En la actualidad, el avance práctico de esa liberación es incierta, pero la clase trabajadora es real y existente.
En las condiciones actuales de la civilización de la globalización, es un soberbio desafío para el pensamiento, el examen de la posibilidad mayor o primaria, del señorío de la tecnología, y liberación del trabajo de la explotación de la plusvalía.
Sin embargo, ni una ni otra de esas posibilidades anula o disminuye la validez de la política de participación efectiva en las decisiones de orientaciones de la sociedad, ni del presente ni del futuro. Por lo tanto, el cumplimiento de la misión del pensamiento para el futuro tiene comienzo en el presente.
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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS XII

Consideraciones Antinihilistas XII

XII

Voluntad de verdad, tecnología y divinización.

La caída del socialismo autoritario de la Unión Soviética y desaparición del régimen socialista en los países de Europa oriental, junto con el advenimiento de la civilización de la globalización, son acontecimientos históricos que tienen varios significados; entre ellos, merece destacarse su representación como anuncio de un cambio incierto en la civilización mundial, o mundo que tiene centro, estructura y dirección, en la vida histórica de Estados Unidos.
Otro significado de los mismos hechos es que dieron término al período de casi medio siglo, que fue la llamada guerra fría, y que fueron años de tensión y ansiedad para los hombres, quienes vivieron bajo la amenaza de la guerra nuclear, de peligro de extinción de la especie humana y el terror frente a la incertidumbre del mañana, o imposibilidad de certeza en un futuro promisorio.

Para la mayoría de los países involucrados desde un principio en el cambio de civilización, representado por el neoliberalismo y economía de libre mercado, los resultados son diferentes a las promesas de prosperidad y mejor reparto de la riqueza, y que fueron señalados en 1980. Esos resultados han sido peores para los países que se vieron -o sintieron obligados, a incorporarse de manera intempestiva, al cambio de forma del capitalismo que ha significado la globalización.

Los efectos del cambio de civilización y de figuras económicas nacionales, internacionales y mundiales, son visibles en el mundo entero, luego de transcurrida la primera década del siglo XXI.
En los mismos tiempos, la confianza en que el mundo histórico de la globalización vaya al menos, a estabilizarse –no digamos, repararse- no pasa de aparecer como deseo de buena voluntad: el futuro es incierto para todos los países—ricos o pobres- del Norte y del Sur, con la diferencia siguiente: para algunos de ellos, la incertidumbre, temor y zozobra son mayores: varios de ellos, del Sur, presienten que podrían desaparecer como naciones soberanas, o más aún, que ya han entrado en vías de extinción como tales.
Y no obstante la incertidumbre y ansiedad, es necesario, pensar acerca del futuro, a partir de la observación reflexiva de las fuerzas políticas y económicas y de las tendencias sociales y políticas del presente.
Pensar en el futuro implica el reconocimiento de sus fundamentos en el presente, que es su condición: lo que llegue a ser el futuro, lo será sobre las bases del presente mundo histórico de la civilización de la globalización. Y es el momento de decirlo: la crisis del mundo globalizado es uno de los principales efectos de la guerra fría, que fue posible por el poderío económico y financiero del capital que, después del término de la segunda guerra mundial, parecía inmenso, inagotable; también fue posible por la insensatez de la Unión Soviética, al haber reducido el inmenso cambio histórico que representó el primer Estado socialista, a la competencia tecnológica militar con Estados Unidos.
Las dos potencias cayeron en una competencia siniestra; el estado del mundo, en los primeros años del siglo XXI, es una de las figuras del precio que la vida histórica de los hombres tiene que pagar, por haber financiado –durante tanto tiempo- el enorme costo de la política del terror que fue la guerra fría, mediante el derroche de la riqueza producida por la sociedad. La Unión Soviética ya pagó el precio, de manera extrema y radical.
Estados Unidos busca el modo de que el precio que le corresponde cubrir sea pagado entre todos sus amigos, aliados y vecinos. Esto último es una tendencia del presente, y, por lo tanto, un adelanto del futuro probable: la inimaginable crisis irrefrenable de Estados Unidos.
Es importante señalar que, en el contexto de las condiciones históricas y situaciones del presente, acontecen hechos sociales, políticos y culturales que merecen destacarse, en atención a lo que representan: el espíritu de una época, que es expresión de un mundo histórico en transición.
Dicho de manera breve, el espíritu es la autoconciencia que sabe de su formación, y sabe de esto mediante sí misma, y lo sabe por sí misma, trátese de una conciencia individual, un grupo, una clase o un pueblo. Es por eso que el espíritu abriga la realidad de la existencia, por igual, de un individuo, un grupo, una clase, un pueblo; es por esto que el espíritu es lo opuesto de la ideología y superación de la alienación. El reconocimiento colectivo del espíritu pone límite a la expansión de la desesperanza y terror.

Bajo el amparo de la precisión anterior, es procedente mencionar que, en la civilización de la globalización, la transición histórica civilizatoria es incierta; en ese contexto, son evidentes dos acontecimientos que, de manera provisional, pueden denominarse “culturales”, y que tienen significado antropológico, junto con implicaciones radicales para el devenir inmediato de la especie humana. Por esto podrían considerarse como implicaciones ontológicas, esto es, con el ser del hombre, con el ser material de la especie humana y más aún, con la representación de sí mismo del hombre.
Este planteamiento, que puede parecer aterrador, proviene de la consideración de dos situaciones histórico-espirituales, y que dan significación a la conquista por parte del hombre, de dos poderes en particular: uno, el poder de dirigir, rediseñar y planificar su propia evolución biológica, y la otra: ha conquistado el poder de convertir la materia en energía, y parece estar a un paso de conquistar el poder de crear la materia.
Es importante la precisión de las dos situaciones histórico-espirituales que hacen posible esas conquistas. Una, es el desarrollo de la tecnología, posible mediante el financiamiento para ello por parte del capital, en los Estados más poderosos y consolidados. La otra, es de carácter espiritual: la voluntad de saber para controlar, de conocer para dominar. Control y dominio son figuras de la voluntad de descubrimiento de la verdad, pero no por amor a la verdad, tampoco por reconocimiento de ella como buena y valiosa; se trata de la voluntad de verdad para algo, para algo práctico, aplicable, manejable, controlable; y tras de esto, no está una pretensión teológica de encontrarse con Dios, o demostrar la existencia de Dios; eso sería humildad e hipocresía, por parte de las condiciones capitalistas que sustentan semejante voluntad de verdad.
Esta segunda situación histórico-espiritual, es inminencia de la realización de la ambición fáustica del hombre occidental, de la civilización europea, heredada a Estados Unidos; se trata de la voluntad de saber para tener poder, de conquista del poder que haría de dios y de la religión, algo innecesario y anticuado. Sería un poder tan grande, que haría algo que podría ver con indiferencia a la creencia en Dios; ese poder sería superior a la inmortalidad: sería el poder de crear el tiempo y el espacio, la materia y la energía. Por igual, es importante la precisión de la inviabilidad de la conversión de la tecnología en divinidad de una nueva religión, porque el hombre ya no necesitaría ni la una ni la otra: simplemente porque con ello, aparecería en otro plano cósmico, y con eso, el temor a la muerte, simplemente se convertiría en otra cosa, porque con ese poder, el hombre superaría verdaderamente a la naturaleza de donde surgió, y con ello, suprimiría la barbarie donde comenzó su evolución.

Hoy en día, el Centro Europeo para la aceleración de partículas de alta energía (CERN), construido en Suiza, es “el laboratorio” del Doctor Fausto; ahí, científicos avanzadísimos, de muchos países del mundo, buscan el bosón de Higgs, la partícula “responsable” de la gravedad, “profetizada” matemáticamente en 1962, denominada de modo eufemístico y provisional, como la “partícula de Dios”.
Semejante denominación expresa una insuficiencia temporal del lenguaje y pensamiento, para que el hombre actual acepte la representación de sí mismo como lo que implican los resultados de semejante tecnología, encaminada a su auto perfeccionamiento. Esas insuficiencias comenzarían a alcanzar su satisfacción, en la medida en que las implicaciones de ese poder y tecnología conquisten los conceptos apropiados que pueda asimilar la conciencia social y el pensamiento colectivo; sería un proceso lento, y tal vez, difícil, pero resuelto también, en la medida en que el poder tecnológico conquiste su perfección consolidada.
El impacto de resultados y eficacia de ese poder en el pensamiento social sería intenso y grande, pero no demoledor, no aniquilador; sería, ciertamente, un cambio histórico sin comparación, en las bases objetivas del pensamiento y en las formas de la actividad del hombre, y por supuesto, cerraría toda una etapa en la evolución de la especie humana y de la relación del hombre con el mundo; claro que, por igual, afectaría la auto-representación de la humanidad, esto es, el espíritu.

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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS XI

Consideraciones Antinihilistas XI

XI

Ideología, decadencia y rebelión.

Es sabido que la ideología es un sistema de conciencia social y conjunto de creencias objetivas; lo primero, describe procesos sociales y movimientos políticos, y lo segundo, cumple la función de dirección de acciones sociales y de conductas colectivas. Lo segundo, es más importante que lo primero: para la mayoría de los hombres, en la mayoría de los países, es más importante saber qué hacer, que conocer la formación del pueblo y nación a que se pertenece.
Para la mayoría, es más importante y significativo hacer algo, saber qué hacer; esa mayoría considera que ese saber es más importante, que conocer el origen y arraigo en el mundo donde hay que hacer algo. <
Esto –dicho sea de paso- es como un fundamento de los vastos movimientos migratorios, desde el inicio de los imperios europeos modernos, durante la formación de Estados Unidos; de manera sobresaliente, en la época de la civilización de la globalización, ocurre una marche inocultable, del Sur hacia el Norte, en ambos lados del Océano Atlántico; son movimientos migratorios impulsados por la necesidad de la pobreza social y miseria espiritual, la falta de empleo, efectos de la super-acumulación de la riqueza y empobrecimiento de países enteros.
La mayoría de los migrantes tiene como lugar de origen naciones que parecen condenadas a desaparecer en el mediano plazo, si no cambia el orden de la civilización y dirección del mundo histórico-social.
De hecho, los vastos movimientos migratorios, son expresión de que los hombres que dejan sus países de origen lo hacen porque han dejado de creer en las ideologías presentes, o predominantes en el sitio del mundo donde aparecieron en la vida. Esto es el punto que tiene que considerarse: la ineficacia ideológica.

En una época de crisis histórica –de una nación o del mundo- como en los tiempos actuales, las ideologías muestran que se han apoderado del gobierno de la conciencia social y dirección de la realidad social; son la enajenación y alienación, y sus formas de mistificación y fetichización.
Lo uno y lo otro, son componentes distintivos de una crisis histórica y fermento corrosivo de la descomposición de la relación del hombre con el mundo. Una vez que las ideologías han perdido eficacia y mostrado su inviabilidad, bajo el efecto reiterado de la circularidad de la alienación inflexible, quedan reducidas a la condición de instrumentos de control; aquellos que fueron sistemas de creencias que dirigieron acciones sociales y el pensamiento colectivo, aparecen reducidos a la condición de justificación de nuevos mitos, o justificación de lo injustificable: el ocultamiento de la verdad, la negación de la belleza, el oscurecimiento del futuro.
Es el momento de recordar que la “esencia” de las creencias ideológicas –o conciencia ideológica, es que ignora las causas y proceso de su formación. Esto es sabido; Marx lo explicó, al definirla mediante la conocida metáfora de la imagen invertida que aparece en la “cámara oscura del cerebro”. También es el momento de recordar que:

  • la enajenación es: acto de desposesión, acción de despojar al trabajador del producto de su actividad;
  • la alienación, es el desgarramiento de la conciencia y ruptura violenta y cruel de la relación del trabajador con su actividad y producto de esta; es descomposición subjetiva de la conciencia y descomposición agresiva de la relación del hombre con su actividad y con el mundo; es extrañamiento de sí mismo y sentimiento de “ser otro” de manera sombría y ofuscante.
    La conciencia alienada, extrañada de sí misma, bajo el sentimiento de no pertenecerse a sí misma, mira al mundo y se mira a sí misma, con indiferencia o terror; sea del modo que fuere, se siente inerme, impotente, incapaz de todo y sin voluntad de acción y reacción: es así, porque los objetos y relaciones de la realidad histórico-social “ parecieran tener vida propia”, que “se mueven por sí mismos” y peor aún, que esas cosas y relaciones que parecen moverse por sí solas, desplazan y sustituyen a los objetos reales verdaderos; y entonces, todo lo que hay en el mundo y en la conciencia, son representaciones falsas y sombrías del mundo real. Lo primero, es la mistificación; lo segundo, la fetichización.
    Es momento de decirlo: los anteriores, son conceptos agradecidos a Carlos Marx. Mencionarlos en este escrito, es indicado, porque significan de manera inigualable, los efectos y proyecciones de la viabilidad de las ideologías, y posterior carencia de eficacia, resultante de su desfasamiento del devenir de la realidad histórico-social y de su reducción operativa como instrumento de control por parte de la élite, o la clase dominante adueñada del poder.
    Esto es la eficacia del poder en una época de crisis histórica y descomposición social; sus instrumento de control, operan mediante mecanismos de opresión y represión; lo primero, como reforzamiento de la ignorancia y de creencias anticuadas y desfasadas, que ya no corresponden al mundo real; la tolerancia cínica a la degradación del lenguaje y envilecimiento de las personas, grupos y clases; el fomento de la indiferencia ante los valores y de la mayor distancia posible de la conciencia social, respecto de los principios de la humanidad (el pensamiento, la libertad y comprensión de la importancia del trabajo, técnica y política), que son –en su unidad, la acción constituyente del mundo histórico-social. Lo segundo –la represión, es el castigo a los disidentes del orden social controlado, el silenciamiento de quienes llegan a protestar, la intimidación aterrorizante a quienes tienden a la rebelión, y el exterminio físico de los radicales a ultranza.
El examen anterior es descripción elemental del sentir y pensar de los hombres en épocas de descomposición social y crisis histórica: son las situaciones en que se sienten como sueltos del mundo; se sienten como desamparados y temerosos, porque no hay referentes válidos que aparezcan con claridad y concreción para la conciencia y la acción; se sienten aterrados por el mundo deshumanizado de la enajenación, alienación y desesperanza. Basta mirar la historia mundial, y descubrir de inmediato, los efectos ulteriores de semejante estado del mundo, de semejante conciencia y sentimientos.

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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS X

Consideraciones Antinihilistas X

X

Significado del pensar y terror de la desesperanza.

En épocas sombrías y aterradoras, que han incubado el terror a la vida y propiciado la descomposición de la cultura y civilización, que abre paso a la barbarie, hay que pensar, es indispensable mantener ardiente la llama de la reflexión que examina la realidad, y que expresa sus conclusiones en conceptos apropiados; de la misma reflexión provienen ideas y sugerencias para la determinación del modo de sobrevivencia del pensar, en semejantes condiciones históricas y situaciones sociales.

En épocas sombrías y aterradoras, es imposible la oposición abierta y racional, a las fuerzas siniestras de la alienación que las gobierna; entonces la desesperación radical está a la vuelta de la esquina, su aparición es inminente.
Cuando la acción es imposible o peligrosísima, entonces el pensar lucha para mantener su fulgor, preservándose a sí mismo, ahí, donde parece imposible la presencia del espíritu, en medio de lo sombrío-aterrador, de la desesperación-alienación. Pensar es en semejante encrucijada, la única fortaleza de los defensores solitarios y silenciosos del espíritu y principios de la humanidad
. El pensar siempre será posible, en especial, para la clase de hombres que son los filósofos, escritores y poetas; y en las épocas siniestras y de terror, también lo es, pero sabiéndolo hacer, para sobrevivir. El pensador que sabe o logra sobrevivir en épocas sombrías y aterradoras, hace que su existencia sea acto y figura de resistencia al mal que se extiende vencedor, en desplazamiento de los principios de la acción que humaniza y orienta al mundo del hombre.
A veces, es posible sobrevivir, a veces, no; en semejante contexto, el único sentido de la existencia aparece como la aptitud de haber pensado y con la valentía de haber resistido. Es peligrosísimo para el devenir de la civilización y especie humana, que surjan condiciones históricas y situaciones sociales en que resulta peligrosísimo pensar, y la acción de oposición, imposible. Y, sin embargo, puede llegar el momento en que el silencio del pensar se convierte en virtud suprema de la existencia, cuando las sociedades tétricas, fuerzas siniestras y condiciones sombrías y tenebrosas, llegan a convertirse en algo tan denso y opaco, opresor y terrorífico, que la palabra se convierte en riesgo letal.
Entonces, la sobrevivencia aparece como elevada ética que podría acatar el hombre de pensamiento, para dejar –de alguna manera- su testimonio del horror padecido por la sociedad y los hombres; sería el testimonio sin destinatario en el presente, porque la mayoría de los hombres parecieran como muertos.
Semejante esfuerzo testimonial, tendría como destinario verdadero, a los hombres del futuro, existentes en un porvenir incierto, en una playa serena y hermosa, al otro lado del mar del presente, agitado y terrible, azotado por alienación y desesperanza. Semejante testimonio de pensamiento y resistencia sería la contribución a la lucha silenciosa contra el terror y destructividad, a la vez que una manera –fuerte o débil, no importa- de contribuir a la formación de nuevas bases para un mundo humano diferente, en un futuro incierto.
Peligrosísimo, que la claridad del espíritu y fulgor del pensar, tengan que convertirse en discreto reloj de arena que mide el tiempo restante para el colapso definitivo; la caída silenciosa de sus granos de roca y silicio sería el preámbulo de la catástrofe imparable del mundo dominado por la violencia física y simbólica, la desesperanza y el nihilismo, la descomposición social y decadencia histórica. Pero, entre esos escombros dolorosos y vestigios sombríos, brotaría la chispa primigenia de la luz de un mundo nuevo, que habrían anunciado los pensadores de un pasado, tal vez remoto, tal vez reciente.

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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS IX

Consideraciones Antinihilistas IX

IX

Desesperanza y existencia.
El hombre tiene una misión en el mundo: superar la vida, hacer del hecho de estar en el mundo, condición o fundamento para la constitución de la existencia. Existir es emanciparse en la vida, a través del devenir transformacional de posibilidades que implica vivir en condiciones históricas y situaciones sociales no elegidas por nadie, pero que son el patrimonio que la humanidad ofrece a cada individuo, para que comience a vivir en el mundo de la humanidad; son los recursos que la cultura ofrece para la constitución de la existencia, a cada hombre, a partir de sí mismo y para sí mismo.
Condiciones y situaciones, son figura de la invitación que la humanidad hace a un individuo, para que constituya la existencia como devenir de actividad y de aportaciones para el mundo. Ese devenir es la libertad, y la misión de cada uno, es construirse a sí mismo, en la mediación de la experiencia vivida por el hombre y configurada en el mundo de la humanidad; de semejante modo es como brota el enlace entre el individuo y el género humano, entre el simple vivir y la complejidad y concreción de existir.
Esa figura de enlace tiene varias facetas, en el orden de la actividad y en el orden del espíritu. El trabajo, los beneficios de la técnica y al menos, la atención a la política, corresponden al orden de la actividad.
Los valores y autoconciencia pertenecen al orden del espíritu. Los dos órdenes, puestos en unidad, son los principios que inspiran el devenir de la vida, mediante actos constituyentes de la existencia.
El devenir mencionado, tiene como inicio primigenio el acto íntimo, callado y luminoso, en que ocurre la maravillosa liberación simultánea, del pensar y el habla; la constitución de la existencia comienza en el instante en que el pensar se solicita a sí mismo, expresarse fuera de sí, de un modo que parece será misterioso por siempre. Ese modo es la palabra, y su lógica y estructura.
Entonces, la liberación del pensar funda la liberación del habla, y en el acto primigenio de ello, aparece la simultaneidad de una interacción que da inicio a la constitución de la existencia,… y que ya nunca cesará; sólo termina con el fin de la función orgánico-vital; en tanto dura, se constituye la senda de la existencia, a lo largo de la cual, algo se aporta, algo se aprehende, algo se goza y algo se sufre; algo se sabe y sobre todo, algo se comprende del mundo y la conciencia, de la libertad y alienación, del espíritu y del dolor.

Hay ocasiones, hechos y actos, en los cuales la existencia confirma su independencia, su autonomía, su carácter de superación de la vida. Una de ellas, es la experiencia de la observación al menos, y padecimiento –lo más frecuente- de los vacíos de humanidad.
El hombre realmente existente, es sensible a la observación de vacíos de humanidad que son los horrores y contradicciones del mundo que parecen irresolubles; a veces parecen irresolubles, a veces, no lo parecen. Pero hay un vacío más aterrador y horripilante, que, a la vez que es un misterio, muestra una verdad del hombre: la verdad de que el hombre tiene una capacidad asombrosa y que parece infinita, para soportar y sufrir la alienación.
Ese vacío lo representan las clases, los grupos sociales y también pueblos y naciones, que muestra la capacidad de acostumbrarse al envilecimiento, el terror, el horror y la muerte injusta y cruel. Una vez dicho algo acerca de la verdad que se revela en la observación del vacío de humanidad, también hay que decir algo sobre el misterio de esa oquedad en la existencia.
Del vacío de humanidad, puede señalarse una multiplicidad de casos específicos, facetas definidas y abundancia de características; pero es factible resumir semejante carencia, con la negatividad de un solo sustantivo: la desesperanza. Cuando deja de haber esperanza, la condición humana parece diluirse, volverse transparente, disolverse en el aire, en la nada. Un caso de esto, fueron los campos de concentración en Europa, lugares tétricos, donde no había esperanza de siquiera estar vivo la hora siguiente; aquellos desdichados prisioneros, fueron desesperanzados: carecían de futuro, de instante vital, sin ilusión, bajo la presión del sentimiento de oquedad del mañana, en la noche helada y turbulenta, dolorosa y perpetua, inhumana.
El sentimiento de desesperanza es eso, precisamente: sentimiento, consciencia del sentimiento de agravio a los principios de la humanidad, sentimiento de alejamiento y pérdida de pertenencia a ellos, disolución de su luminosidad en la existencia, en la vida que fue capaz de conquistar su emancipación transformadora y que, de pronto, se siente rodeada por sombras, en condiciones perversas y siniestras. La luminosidad que desaparece es disolución de la confianza en el pensar y la libertad, y la imposibilidad de la acción verdadera, de cualquier tipo.

El peligro de desesperanza es un efecto externo, brota en el mundo de la humanidad, surge de la entraña de la decadencia de la sociedad, de la descomposición social, de dolorosos estertores que anuncian un cambio de civilización, que pregonan el fin de una época y la muerte de una, o múltiples formas de actividad económica, política y social, subjetiva, laboral o religiosa; éstos son los casos extremos y que significan el anuncio de la guerra y la vida miserable, espantosa y degradada.

La desesperanza es preludio resonante del inminente predominio de la alienación, de su triunfo total sobre la condición humana, de su imposición implacable sobre la relación del hombre con el mundo. Tal es la alienación, perceptible, por ejemplo, en los siguientes casos:

  • el envilecimiento del lenguaje, que transparenta la degradación y disolución del pensar ordenado y serio, riguroso y responsable;
  • el decaimiento de los valores que, al perder preeminencia en la vida social, abren paso la renuncia o negociación de la dignidad, justicia y libertad; con ello, la especie se aleja de su condición de humanidad, aproximándose de manera peligrosa, a la simple condición biológica, natural, instintiva, ciega y cíclica;
  • la imposibilidad de acceder al mundo del trabajo y la restricción del empleo, junto con la exclusión de la política, o imposibilidad de participar en la sociedad mediante la organización y acción ciudadanas;
  • la dependencia creciente de la conciencia común –renuente a la crítica de sí misma- respecto de la eficacia tecnológica.
El binomio desesperanza-alienación, parece constituir parte de fundamentos y devenir del hombre; y si bien, hay evidencia de su resolución –histórica de modo parcial, temporal o relativo, mediante revoluciones y rebeliones populares, la presencia y relación que ese binomio representa no desaparece, no se diluya del todo, luego de una convulsión social o político-revolucionaria. Tal vez, mientras exista el hombre, lo acompañará, como vestigio de su origen natural y recuerdo imborrable, de la barbarie de que ha sido capaz, bajo el dominio de mitos o irracionalismos, arraigados en cavernas tenebrosas del inconsciente y subconsciente.

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CONSIDERACIONES ANTINIHILISTAS VII

Consideraciones Antinihilistas VII

VII

Inconsciencia del devenir y reforzamiento del orden institucional.

En el inicio de la segunda década del siglo XXI, casi todas las ideologías, casi todas las doctrinas, casi todos los partidos políticos, organizaciones sindicales y sociales, casi todas la religiones, y casi todos los sistemas educativos del mundo, apuntan en esta dirección: “dejemos el orden social como ésta, por sí mismo seguirá su curso, y sobre la marcha resolverá los problemas que haya que resolver, según aparezcan, porque es suficiente y apropiado lo hecho para asegurar el orden social.”

VIII

Ausencia de crítica y predominio ideológico.
El pensamiento crítico casi ha desaparecido en el mundo, al igual que el debate político verdadero, uno y otro, comprometidos con las miserias, horrores y contradicciones de la sociedad; y la verdad del pensar, acción y libertad, parecen importar a muy poca gente. Hay un sospechoso vacío de discusión crítica de la problemática del mundo contemporáneo; hay un vacío –casi absoluto- de propuestas emancipatorias y de discursos para la liberación del trabajo, de la política y de la técnica: liberación de la explotación, liberación de la simulación, liberación de la manipulación de la conciencia y vida social.
Y sin embargos, esos discursos son reclamos silenciosos del hombre contemporáneo, del hombre trabajador, sobre quien se ciernen las miserias materiales y espirituales de la época, de los primeros años del siglo XXI; y casi no existen voces que enuncien esos discursos develadores de la verdad del mundo, a la vez que propositivas de planteamientos emancipadores.

Es evidente la fuerza de los poderes materiales que se han adueñado del mundo, mediante la figura del poder y la ganancia exorbitante a bajo costo de inversión y alto beneficio inmediato y mediano plazo, que se aseguran mediante la amenaza militar y la intimidación de la suspensión de créditos o de la inversión de capital.
Es evidente la fuerza de esas cosas, que impone sus intereses a las acciones humanas principales: el trabajo, la técnica y la política; es igual de evidente que la fuerza de las mismas cosas impone sus intereses a la conciencia social, mediante las ideologías, la alienación, los misticismos religiosos y los fetiches del consumismo y sensualismo, de la seducción virtual y del goce de la imagen en sustitución del objeto real. Es evidente la preferencia predominante de la virtualidad sobre la empiricidad: se prefiere la realidad ficticia por encima de la intensidad y variedad del mundo empírico, inmediato y cambiante.
Y casi nada de esto es tema de discusión crítica y diálogo intelectual y político verdaderos. El significado de esto, es el de una vida social sin compromiso con sus propios principios y fundamentos; lo mismo, es significado de un pensamiento social masificado, sumiso y aterrorizado por sus propios vacíos y contradicciones; y sin embargo, en el lugar más insospechado, recluidos en sus gabinetes de meditación de escritura, habitan los hombres que asumen el pensar; los más valiosos de esos hombres de pensamiento, son quienes conquistan el concepto del movimiento real del mundo, de las actividades y lógica de la relaciones humanas; son quienes detectan las tendencias como posibilidad de cambio del mundo a favor de los derechos del hombre y principios de la humanidad, y que brotan en las actividades del trabajo, la política y la técnica, en la conciencia social o colectiva, y en la disposición de instituciones políticas y sociales.
Y más valiosos y valientes, son los pensadores que asumen el examen crítico de la realidad histórico-política, y elaboran propuestas pertinentes y racionales, para que las tendencias detectadas alcancen movimiento propio –emancipador o transformador- en la mediación insustituible de la autoconciencia de hombres que asumen el riesgo existencial de “hacer algo positivo” por la historia, la civilización, el planeta y la humanidad.
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