CAPÍTULO V.
FAUSTO
“- ¿Está usted listo, profesor Kofka? En diez minutos podrá comenzar su recorrido. –fue el aviso que escuchó Fausto en los audífonos de su casco, y enfundado en un traje espacial de última tecnología y diseño ergonómico. Seis meses antes, había viajado de Auckland a Beijing, para acompañar al ingeniero Krazanski en los trámites de solicitudes, pagos de derechos, costo de hospedaje, honorarios de instructores y de toda clase de exámenes médicos, pruebas físicas y de conocimientos. Una vez cubiertos esos requisitos en el Ministerio de Exploración del Espacio, viajaron a Nan Hui, la base china de lanzamientos espaciales y centro de entrenamiento astronáutico. En laboratorios, gimnasios y consultorios médicos y psicológicos, pasó todas las pruebas con excelencia; aprendió con rapidez las técnicas de supervivencia en cápsulas y estaciones espaciales, la colocación del traje, botas, casco y guantes espaciales; también, el manejo y control de la Unidad de Maniobra Autónoma –UMA- un sillón ergonómico con equipos de auto-propulsión y supervivencia integrado para una actividad autónoma de diez horas en órbita. Fausto Kofka estaba sentado en ese sillón servo-mecánico, colocado en uno de los compartimentos de la gigantesca estación espacial de China, a 300 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre.
-Estoy listo, centro de comando orbital.
-Bien, -dijo una voz masculina en inglés, con el típico acento oriental –abriendo escotilla de salida.
-Enterado. Todos los sistemas en función correcta; audio claro y fuerte, -contestó el astronauta, que había cerrado los ojos mientras unos robots abrían la escotilla. Terminada esa apertura, sintió una tenue iluminación. Abrió los ojos con lentitud, y de pronto, contemplaba el máximo espectáculo de magnificencia suprema que puede mirar el ser humano: la belleza del azul, blanco, café y verde oscuro, en armonía perfecta, recortada contra la negrura del espacio. La vista del planeta Tierra colmaba en un instante, todas las desventuras que había vivido en sus casi 90 años de existencia. La capa de la atmósfera percibida sobre la curvatura terrestre, le pareció una placenta de amor transparente que protegía de los rayos cósmicos y radiaciones solares a la criatura -maravillosa y cósmica- que es la vida en la Tierra.
-Adelante, profesor, puede salir. Disfrute las horas siguientes -dijo la voz del Centro de control de la estación espacial. En seguida, Fausto manipuló los botones de mando ubicados en los brazos del sillón que era la UMA; activó las válvulas de propulsión de helio, y salió de la estación espacial; de esa manera comenzó su recorrido orbital. Había empezado sobre Portugal.
-Aquí estoy, en contemplación del mundo habitado por el hombre; estoy aquí, por un acto de libertad; estoy aquí por una decisión libre. Estar aquí es posible por la fortuna que poseo sin haberla buscado, sin merecerla, y llegó a mí cuando ya había renunciado a la confianza en vivir nuevas experiencias; y aquí estoy, de paseo en el espacio, en contemplación fascinante del enigma cósmico que es el único planeta que abriga una maravillosa variedad de formas de vida. La Tierra abriga al hombre, y el hombre ya es capaz de vivir fuera de la Tierra, cargando en sus espaldas las condiciones de soporte biológico. Recuerdo mis meditaciones cuando revisaba la información sobre la llegada del hombre a la Luna; recuerdo haber tenido un pensamiento similar a la experiencia que en estos momentos vivo, cuando contemplaba videos de astronautas caminando a saltos alrededor de su base lunar. Y ahora, soy uno de ellos, desplazándome a gran altura sobre la Tierra, sobre Europa.
– ¡Europa!, la sede principal de la acción humana, de la acción terrible y liberadora, opresiva y emancipadora, asiento de la razón luminosa y pura, y de la tétrica maldad, del crimen horrendo del hombre contra el hombre; asiento del desarrollo tecnológico, de la ciencia y filosofía, de grandeza del arte y religiones antiguas, ¡del cristianismo y sus castigos y consuelos! Que el hombre haya pisado la luna, que sea capaz de recorrer los perímetros de la Tierra en órbita espacial, que el hombre se haya adaptado a todas las regiones climáticas y haya sido capaz de alterar el clima en todo el planeta, y que, por igual, sea capaz de organizar el compromiso y acción de sociedades avanzadas y atrasadas para detener el peligroso cambio climático, es evidencia de que el hombre es capaz de la grandeza y hazañas que se propusiera, por imposibles o temerarias que parecieran. Europa es inspiración y condición de todo eso. El hombre es condición de acción y posibilidades de libertad, luminosidad y aberraciones; algo ha aprendido para alejarse de esas aberraciones, y cuidarse, con su mejor esfuerzo de no repetirlas; a pesar de crímenes y pecados, culpas y omisiones, el hombre merece existir como justificación del cosmos, más aún, porque es capaz de organizar la representación del universo de modo ordenado, comprensible y lógico. Tal vez, el hombre fuera la única criatura racional en el universo, pero eso no importa; lo importante es la aptitud que ha descubierto para ser un fin valioso en sí mismo, como dijo Kant; aunque el hombre haya llegado convertirse en un medio para la civilización soberbia y tecnológica. Eso, ¡también es el hombre!
– ¡Kant! Grandioso privilegio pronunciar su nombre en el ámbito sideral; él, como nadie, vio las posibilidades y limitaciones de la razón. ¡Ah!, ahí está Kaliningrado, la antigua Koenigsberg, donde nació y murió el hombre maravilloso que fue Kant…; más abajo, veo el territorio de Grecia, donde floreció el pueblo más libre de la antigüedad y la obra de su cultura y civilización ha inspirado a Europa desde el siglo XIV; por ese componente principal, es deseable que Europa en su ocaso, permaneciera como un atardecer eterno, que su luz postrera no se apagara jamás.
-Prosigo mi recorrido espacial…, ahí está Rusia, la inmensa Rusia, la blanca Rusia. El pueblo ruso ha sido grandioso, valiente y temerario, sufrido y doliente. ¡Un gran pueblo! Como Unión Soviética, compitió y supo medirse con Occidente, al que repudiaba por ‘burgués’, ‘decadente’ y ‘reaccionario’, en nombre de las doctrinas de Stalin sobre el marxismo y proletariado; poco o nada queda del socialismo soviético; cayó el régimen socialista y con rapidez escandalosa, el capitalismo fue restaurado en Rusia; resulta -entre grotesco y paradójico- tener que decir que Kerenski tenía la razón histórica con su argumento de la pertinencia del gobierno provisional, luego de la abdicación del zar. La insurrección en su contra era incontenible, y la astucia de los bolcheviques, cruel y avasalladora; nació un mundo que quiso marcar la diferencia con el doble signo de democracia y dictadura del proletariado, con la promesa de formación de un hombre nuevo, pero era una ilusión, una fe sin bases arraigadas en la historia de manera suficiente; ‘eso’ nadie podía argumentarlo en aquel momento, mucho menos, demostrarlo. Triunfó la dictadura de la dirigencia del partido comunista, no del proletariado, fracasó la ambición de formación de nuevos mundos y nuevos hombres, y después, mucho después de la Revolución de Octubre, cayó el mundo socialista todo, de un solo golpe y de manera vertical; mientras existió, fue posible por el inmenso heroísmo del pueblo ruso, por su inmensa capacidad de sobreponerse al sufrimiento y el dolor, -capacidad proveniente tal vez- de su inmensa fe ortodoxa cristiana. La historia siempre acaba por sobreponerse a los hombres; siempre acaba por imponerse a los resultados de la acción y pensamiento que la forzaron, o pretendieron forzarla. La historia ha hecho justicia a Trotsky, quien pretendía la destrucción de toda historia; por esa ambición desmesurada de ver el mundo consumirse en llamas de revolución y sangre, pagó un precio desmesurado; hace tiempo que sus cenizas fueron trasladadas de la Ciudad de México a la muralla de honor de los héroes soviéticos; también allí reposan las de sus dos esposas y cuatro hijos, de trágica existencia. La urna con las cenizas del asesino de Trotsky, fue cambiada de su lugar de origen, y colocadas frente a la humilde tumba de José Stalin.