Consideraciones Antinihilistas

Jorge Vázquez Piñon
Nota previa.


La existencia en la crisis histórica, descomposición social y decadencia del mundo, en tanto permanezca como existencia auténtica, es lucidez de la situación y claridad de la conciencia sobre las opciones que aparecen como figuras trémulas de libertad, en el ámbito social amenazado por el colapso, que se torna peligroso para la vida y amenazante para el pensar. La condición de autenticidad de la existencia, lucidez y claridad del pensar, son el dominio del temor frente a la realidad peligrosa y amenazante, y la pérdida del miedo a los instrumentos de control, a las ideologías agonizantes y letales. Entonces la existencia se pone en riesgo, en un ámbito social peligroso, por la decadencia que lo determina. Es importante puntualizar que hay otra condición previa al riesgo, que es primordial y necesaria: esto es, saber cuidarse en el riesgo, saber mirar y hablar de la descomposición, crisis y decadencia, en medio del riesgo, sin exposición innecesaria a la aniquilación. Esto pueda parecer paradójico; tal vez lo sea, tal vez, no; sería la situación concreta lo que decidiera, de acuerdo con las cualidades de las fuerzas sociales actuantes y tendencias políticas emergentes en situación de enajenación, alienación y desesperanza.

La existencia que se pone en riesgo en el contexto de la situación mencionada asume las figuras de pensamiento crítico, creatividad y rebelión. La existencia que evade el riesgo y compromiso de asumir la situación mencionada, que renuncia al compromiso con la crítica de la opresión y liberación, se despoja de la autenticidad, y entonces aparece el nihilismo, en el devenir de la sociedad y en la conciencia individual y colectiva. Cuando se extiende a la mayoría de un pueblo, la muerte histórica es inminente.

La condición de autenticidad filosófica del nihilismo es una cuestión problemática; en verdad resulta difícil la argumentación profunda y válida en favor suyo, como pensamiento filosófico; resulta complicado, en función de su negación de los valores y afirmación de la quiebra de los valores, y que lo uno y lo otro, deben abrir paso a los instintos y anarquismos, para vitalizar la vida y su esplendor deslumbrante –sensual y exaltante de los instintos y ruptura de los órdenes morales, sociales, políticos, ideológicos y doctrinarios de todo tipo. Si bien el examen de la pertenencia o no pertenencia del nihilismo a la filosofía es bastante abierto, a favor y en contra, en cambio, en cuanto individuos, grupos o clases lo asumen como concepción del mundo y de la vida, en sustitución de las ideologías decadentes, aparece como representación de la descomposición social, crisis histórica y decadencia de una formación histórico-social.

En el caso de su aceptación decidida por parte de la conciencia individual y social, aparece como respuesta extrema a la situación insoportable de la enajenación, alienación y desesperanza, frente a la creencia en que no tienen remedio, que no hay esperanza ni lugar para ella, y que, frente a la exigencia de resignada sumisión a semejante situación, es preferible la negación radical de todos los valores, de todos los principios. Entonces el nihilismo aparece como conciencia y voluntad de la disolución de la relación racional del hombre con el mundo, y con el impulso liberador del latir biológico de la vida, con toda la simpleza de su instintividad, frente a todo y por encima de todo. Sin embargo, el furor ciego y proclividad a la violencia que lo determinan, ponen al nihilismo mismo en la senda para convertirse en representación extrema de la desesperanza radical y definitiva. La conciencia sombría que es el nihilismo, y no obstante la poderosa fuerza seductora del sensualismo y vida placentera que proclama, lo uno y lo otro no aniquila los principios de la humanidad, sólo pretenden desplazar al pensamiento, la libertad y la acción constitutiva de realidad histórico-social. Por esto último es que las crisis históricas son tan graves y peligrosas, tan sufrientes y penosas, porque el mundo parece vacío, y el hombre, sin relación con esa oquedad. Tal es la oquedad de la degradación de la sensibilidad y entendimiento; del desprecio a la razón, menosprecios de la tradición y cultura y significado del espíritu. Tal es la oquedad resultante del desprecio de los valores y del pensamiento. Ese vacío es la respuesta al sufrimiento de la sociedad que no acierta a resolver sus contradicciones y hacer frente a las dificultades mediante los principios de la humanidad; es respuesta mecánica y hasta violenta, a las debilidades del gobierno e imperfecciones del Estado para resolver las exigencias de la sociedad y vida individual y popular. La aparición y predominio del nihilismo, es resultado de una gran decepción, individual y colectiva, subjetiva y objetiva.

El nihilismo es respuesta reactiva al mundo histórico-social agobiado por contradicciones irresolubles, sostenidas por la cobardía y crueldad; con una apariencia de decisión inflexible, invencible, que parece no conocer límites, es desesperanza extrema que rehúsa aceptar su condición de expresión de la decadencia que asume como un proceso irreversible, de un ámbito histórico-social en disolvencia y agonía. El nihilismo es pensamiento operativo, que convence y atrae, de manera particular, a la conciencia común, envilecida y degrada, efectos del envilecimiento y degradación de una formación social en descomposición; es pensamiento operativo que traza direcciones y lineamientos a la conciencia y acción sociales, pero de manera inútil, porque no propone nada precisamente racional para la modificación de la realidad histórico-social que refleja.

Nada tan distante del nihilismo, como el interés o propuesta para la transformación verdadera del mundo histórico, de modo político y racional. Y sin embargo, esa distancia entre el nihilismo y la idea de transformación del mundo, algo ilustra sobre la verdad histórica –expresiva del estado del mundo- porque está vista la imposibilidad de la verdadera transformación; así lo muestra el análisis crítico de los grandes movimientos revolucionarios que fueron exitosos, es decir, que lograron sus propósitos de destrucción de regímenes políticos corruptos, injustos, represores, inhumanos; fue imposible que el nuevo régimen, instaurado por el proceso revolucionario, suprimiera del todo las cargas contradictorias del pasado que creyeron superar o aniquilar, a pesar de la despiadada violencia revolucionaria. Por otro lado, la misma distancia entre el nihilismo y la idea de modificación o transformación del mundo, también ilustra –y con claridad mayor- que el nihilismo, como conciencia operativa, se mueve precisamente a través del soslayo de los principios de la humanidad, o decisión de ignorarlos. Esa posición respecto de los principios de libertad, pensamiento y acción constituyente de mundo histórico es su limitación y causa de debilidad, a pesar de convertirse en pensamiento operativo que atrae, frente a la decadencia, y convence, frente a la desesperanza.

A pesar del nihilismo y otros irracionalismos, los principios de la humanidad permanecen como núcleo irradiador de tiempo, de futuro, y posibilidad de otro mundo posible, a pesar del precio que haya que pagar el hombre, para mantener viva la esperanza frente a la desesperanza. Esto es una de las paradojas de la condición humana, resultantes de ineficacias de acción del hombre en el mundo, junto con deficiencias del pensar y actividad, respecto de la realidad donde tienen arraigo y significado.

El examen crítico muestra que las crisis históricas que se prolongan demasiado acaban convirtiéndose en condición propicia o demandante, para el surgimiento del nihilismo. El mismo examen revela, por igual, que, hasta ahora, las amenazas y peligros que representa el nihilismo -tarde o temprano- han encontrado resolución y superación, y que el mismo, ha sido reconocido como preámbulo de espantosas convulsiones sociales, efectos de la atrocidad del colapso de un mundo histórico y del enfrentamiento feroz, cruel y sanguinario entre los hombres que padecen el anuncio del amanecer de un nuevo mundo, que no por nuevo, fuese a resultar mejor. El ocaso de un mundo decadente tiene en el pensamiento nihilista y sombrío, el anuncio del surgimiento de un horizonte nuevo e incierto, tras del cual se ocultaría para siempre, una época vieja y cansada, enferma de alienación y desesperanza. Los horrores del siglo XX han dejado la lección de prevención, o al menos su sugerencia, frente al terror que puede surgir en el horizonte, luego de un periodo de decadencia, crisis y descomposición.

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