Consideraciones Antinihilistas I

I
Sugerencia de un poeta maldito.

Ciertos textos poéticos aparecen como poseedores de una fuerza tal, que es suficiente una sola lectura –máximo, dos- y queden fijados de modo indeleble en el entendimiento y la memoria. Ese poderoso efecto, resultado de la fijeza de la voluntad para comprender los laberintos del mundo y complejidad del pensamiento, es figura de la realización del deseo de vivir y nutrir la existencia con experiencia del mundo y de la vida; ese deseo también implica el riesgo de descubrir aspectos sórdidos del mundo y oscuridades de la vida que, de manera súbita o gradual, impregnan a la existencia.

“En la cama del Mal
Satanás Trismegisto
arrulla a nuestro espíritu encantado”
.
Sin duda, son tres frases que contienen la expresión de un hombre torturado por las turbulencias de su alma que condensaba la agitación y confusiones del mundo; de ahí la fuerza de esa imagen, unidad de sensibilidad poética y pensar filosófico. Tantos años después de la muerte de Baudelaire, ese texto conserva su fuerza y efecto; parecen así, porque en nada ha cambiado –no digamos mejorado- la realidad que refleja; simplemente permitámonos una suplantación de términos, y de inmediato surge su efecto irresistible y fuerza arrolladora de prevenciones inútiles; de concedernos semejante licencia, cabe entonces preguntarnos por la “cama del Mal”; la respuesta es inmediata: tal, es la alienación, el terrible autoengaño de creernos lo que no somos, la pavorosa auto desposesión de lo que somos, y el encuentro de resultados muy distintos a los propósitos puestos en nuestras acciones, o para nuestra vida.

La prolongación de la licencia permitida hace posible la sustitución de “Satanás Trismegisto” –el mítico alquimista poseedor de la sabiduría de Hermes o Mercurio- por las seducciones, espejos, mentiras y tradiciones ocultas, que erigen los muros laberínticos del mundo ficticio y cruel del sensualismo, consumismo, simulación y virtualidad de todas las cosas, emociones y deseos, convertidos en la superabundancia virtual de todo eso, y que jamás acaba de saciarnos. El agotamiento de la licencia auto concedida para mirarnos en el espejo del texto del poeta francés aparece con el acto de sustitución del verso “nuestro espíritu encantado” por su equivalente, inocultable y descarnado: eso es la consciencia autocomplaciente y deshonesta, que se deja devorar por la alienación, a la vez que conforme con pertenecer a un mundo sustituido por su apariencia:
“en la cama de la alienación, el mundo engañoso y ficticio arrulla a nuestra conciencia sojuzgada. ” .
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