Consideraciones Antinihilistas VII

VII

Inconsciencia del devenir y reforzamiento del orden institucional.

En el inicio de la segunda década del siglo XXI, casi todas las ideologías, casi todas las doctrinas, casi todos los partidos políticos, organizaciones sindicales y sociales, casi todas la religiones, y casi todos los sistemas educativos del mundo, apuntan en esta dirección: “dejemos el orden social como ésta, por sí mismo seguirá su curso, y sobre la marcha resolverá los problemas que haya que resolver, según aparezcan, porque es suficiente y apropiado lo hecho para asegurar el orden social.”

VIII

Ausencia de crítica y predominio ideológico.
El pensamiento crítico casi ha desaparecido en el mundo, al igual que el debate político verdadero, uno y otro, comprometidos con las miserias, horrores y contradicciones de la sociedad; y la verdad del pensar, acción y libertad, parecen importar a muy poca gente. Hay un sospechoso vacío de discusión crítica de la problemática del mundo contemporáneo; hay un vacío –casi absoluto- de propuestas emancipatorias y de discursos para la liberación del trabajo, de la política y de la técnica: liberación de la explotación, liberación de la simulación, liberación de la manipulación de la conciencia y vida social.
Y sin embargos, esos discursos son reclamos silenciosos del hombre contemporáneo, del hombre trabajador, sobre quien se ciernen las miserias materiales y espirituales de la época, de los primeros años del siglo XXI; y casi no existen voces que enuncien esos discursos develadores de la verdad del mundo, a la vez que propositivas de planteamientos emancipadores.

Es evidente la fuerza de los poderes materiales que se han adueñado del mundo, mediante la figura del poder y la ganancia exorbitante a bajo costo de inversión y alto beneficio inmediato y mediano plazo, que se aseguran mediante la amenaza militar y la intimidación de la suspensión de créditos o de la inversión de capital.
Es evidente la fuerza de esas cosas, que impone sus intereses a las acciones humanas principales: el trabajo, la técnica y la política; es igual de evidente que la fuerza de las mismas cosas impone sus intereses a la conciencia social, mediante las ideologías, la alienación, los misticismos religiosos y los fetiches del consumismo y sensualismo, de la seducción virtual y del goce de la imagen en sustitución del objeto real. Es evidente la preferencia predominante de la virtualidad sobre la empiricidad: se prefiere la realidad ficticia por encima de la intensidad y variedad del mundo empírico, inmediato y cambiante.
Y casi nada de esto es tema de discusión crítica y diálogo intelectual y político verdaderos. El significado de esto, es el de una vida social sin compromiso con sus propios principios y fundamentos; lo mismo, es significado de un pensamiento social masificado, sumiso y aterrorizado por sus propios vacíos y contradicciones; y sin embargo, en el lugar más insospechado, recluidos en sus gabinetes de meditación de escritura, habitan los hombres que asumen el pensar; los más valiosos de esos hombres de pensamiento, son quienes conquistan el concepto del movimiento real del mundo, de las actividades y lógica de la relaciones humanas; son quienes detectan las tendencias como posibilidad de cambio del mundo a favor de los derechos del hombre y principios de la humanidad, y que brotan en las actividades del trabajo, la política y la técnica, en la conciencia social o colectiva, y en la disposición de instituciones políticas y sociales.
Y más valiosos y valientes, son los pensadores que asumen el examen crítico de la realidad histórico-política, y elaboran propuestas pertinentes y racionales, para que las tendencias detectadas alcancen movimiento propio –emancipador o transformador- en la mediación insustituible de la autoconciencia de hombres que asumen el riesgo existencial de “hacer algo positivo” por la historia, la civilización, el planeta y la humanidad.
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