Consideraciones Antinihilistas V

V
Alienación, autoconciencia y rebeldía.
En todo acto, instante o momento de la vida, el individuo es consciente de lo que quiere, de lo que hace y de lo que piensa; y todos y cada uno de esos contenidos de conciencia, aparecen impregnados con un propósito, aspiración o finalidad, y de un modo o de otro, los mismos contenidos implican valores, están orientados por valores o aspiran cumplir con valores, de manera directa o indirecta, inmediata o mediata.
La conciencia preside la vida humana, la formación de la especie humana y el devenir del perfeccionamiento de la libertad de la humanidad. Por supuesto, la conciencia es susceptible de verse engañada, o seducida por los velos de la enajenación y la alienación que ocultan, o distorsionan la nitidez y significado de los actos de voluntad, acción y pensamiento.
La realidad amenazante –proveniente del mundo y subjetividad, para que la conciencia no se vea despojada de su esencia –el saber de sí, o ser consciente de sí misma (enajenación), o que quisiera llegar a sentirse lo que ella no es (alienación), es la condición de origen de la autoridad que tiene la conciencia para la rebeldía –al menos subjetiva, contra las atrocidades del mundo que atentan contra la libertad de la humanidad.
La conciencia rebelde es autoconciencia, conciencia que sabe de sí, es unidad de libertad, pensamiento y aptitud de acción para el beneficio de la sociedad y perfeccionamiento de alguna de las múltiples facetas de la gema preciosísima que es la obra de la cultura, labrada y pulida por el paso de las generaciones.
La conciencia rebelde es libre; es la autoconciencia del saber de sí como tiempo, acción y transformación para el perfeccionamiento de la libertad individual y de la humanidad, que avanza -a pesar de todo- con el estandarte indestructible y luminoso del espíritu constituido mediante su propio perfeccionamiento.
VI
Razón suficiente del vivir.
“La vida se esfuma día a día”, es verdad; ya lo dijo el poeta Omar Kayam, y esa realidad es confirmada por el sano juicio y criterio de vida cotidiana, propios de cada individuo. Es una verdad que cualquiera sabe y entiende; también hay hombres que nunca, o casi nunca prestar atención a esa verdad, porque están demasiado ocupados con sus actividades o preocupaciones; también hay hombres que avanzan en el esfuerzo de comprender el sentido de vivir como oportunidad para construir la existencia, y conquista de la libertad como modo de vida subjetiva y objetiva.
El beneficio de la comprensión del sentido de vivir es que ese acto de pensamiento se convierte en fundamento de relación activa con el mundo. Es altamente probable que el perfil, calidad y posibilidades de semejante comprensión, aparezcan en relación directa con la organización del trabajo, la pertenencia a cierta clase social y la formación intelectual y moral, o religiosa. Además, de semejante perfil, también depende el significado y valor, reconocidos a la realidad de vivir y la medida de importancia a la certeza del inevitable morir.
En todo caso, la comprensión de la vida como oportunidad y posibilidad para construir la existencia, es pensamiento que abre paso a la fundación de un proyecto de actividad en el mundo, representativo del saber de la misión que el hombre tiene que cumplir en la vida, y del compromiso para aportar algo al devenir de la especie humana, vida de la sociedad y tal vez, también al espíritu de la humanidad, si se tiene la aptitud para llegar hasta ese nivel de constitución de la existencia, a pesar de la adversidad, obstáculos del mundo y mezquindad humana, o de la sociedad.
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