Consideraciones Antinihilistas II

II
Nihilismo y sabiduría poética.
Resulta sorprendente el reconocimiento del nexo entre distintas valoraciones poéticas de la sabiduría, aportadas por autores que vivieron en épocas distantes entre sí y en sociedades con diferencias radicales. El acto de reconocimiento de ese nexo también implica el tránsito de la sorpresa y asombro, a la admiración de la verdad del espíritu de la poesía. Los momentos cognoscentes de la intuición y certeza, llevan al pensamiento –puesto en la consideración de ese nexo- a la dicha contemplativa de inmortalidad y trans-temporalidad del espíritu de la poesía.
El espíritu poético también representa la sabiduría de la humanidad y las posibilidades de significado y constitución de figuras de creatividad del hombre, que es la fuente aportativa de obras y propuestas, de planteamientos y clarificación de confianza y esperanza, despojada de todo ilusionismo. Lo uno y lo otro –sabiduría y su sentido- son representaciones de la divinidad humana. Sin duda alguna, que el romanticismo del siglo XIX acertó en el reconocimiento de semejante principio de la existencia.
Y es precisamente en el resplandor del espíritu del romanticismo, donde se recortan las consideraciones de varios poetas, referentes a la sabiduría, y que aparecen tan antagónicas como complementarias; excluyentes entre sí, a la vez que impregnadas de cierta semejanza, proveniente de ese trasfondo común: la acción en el mundo y la reacción contra el mundo. En este sentido, merecen destacarse dos expresiones de poetas, que inspiran su análisis. Una, es la de William Blake, que dice “el camino del exceso conduce al Palacio de la Sabiduría”; la otra, es de Hölderlin, que expresa: “la fuente de la sabiduría está envenenada. Los frutos del conocimiento son nueces huecas, un engaño.”

Blake y Hölderlin, aparecen en extraña unidad de una semejanza que lo separa en el instante en que parece realidad su aproximación; es tanta, que los significados de semejantes frases parecen a punto de disolverse lo uno en lo otro y conquistar su concepto superior. Sin embargo, no ocurre esa síntesis elevada; cada uno posee elementos breves que no llegan a la fusión insinuada: una y otra de sus expresiones, parecen ideas tan elementales en su simplicidad, que impiden la aparición de la verdad que prometen, respecto de la ansiedad frente al mundo y el desaliento de la vida frente a la realidad confusa y desorientada. Es en la frase de un tercer poeta, donde acontece la revelación luminosa de la verdad insinuada por el poeta ciego y el otro, distanciado del mundo, hundido en su desesperación por el amor que estuvo al alcance de su mano realizar, en desafío al mundo, a la vez que conquista de la felicidad terrena del hombre; lo dejó escapar, en un momento de duda aterradora, y pagó el precio extremo que cobran las pasiones, en ocasiones semejantes a la que padeció Hölderlin.

Pareciera que William Blake dejó la frase inconclusa; quien la tome al pie de la letra, puede parecer un simpatizante de los suicidas y de la variedad de conductas susceptibles de resolverse en circunstancia de desesperación, que es una de las antesalas del suicidio, y que tiene una amplia entrada. Ningún exceso puede conducir a una sabiduría verdadera. Cualquier exceso, del signo que sea, es una fuga fallida del mundo, un intento de escape fracasado, frente a las actividades ofuscantes, una huida imposible de sí mismo, de quien no se ama a sí mismo con eficacia y corrección. El desentrañamiento de la lógica del deseo es explicación del misticismo y sensualismo, del conformismo y pesimismo, del activismo incesante y enceguecedor, de la pasividad frente a los desafíos y de la resignación frente a las contradicciones del mundo y de la vida.

La fuente del exceso está en la vida interior, y tiene su figura en la actitud frente a posibilidades y limitaciones que el mundo despliega ante la mirada del individuo. De modo paradójico, en el plexo de posibilidades y limitaciones del mundo, están depositadas las instancias para que el individuo asuma el desarrollo del exceso, y están al alcance de su mano, con una proximidad más inmediata de lo que cabría suponer. En la sociedad abundan las instancias, relaciones y objetos que son susceptibles de anudar tentación y exceso, en el instante en que provoque el despertar del deseo. A fin de cuentas, detrás de la asunción del exceso, late una tendencia dañina y peligrosa, enceguecedora y lesionante de la posibilidad de vivir de modo ordenado y emancipador, esto es, con responsabilidad y dignidad.

La fuente de la sabiduría este envenenada, dice Hölderlin; por eso, sus frutos son engañosos, agrega; el resultado del envenenamiento sólo puede ser así, cuando se piensa que el mundo está envenenado: cuando se cree que el hombre ha roto todo vínculo con la belleza; cuando se cree que la observación de la sociedad y comprensión de la historia, sólo arroja por resultado la evidencia del triunfo del mal sobre el bien, la expulsión del espíritu y el éxito de la soberbia y prepotencia de los poderosos que tienen el mando y control; cuando se cree en la inutilidad del pensar y de actos de reflexión para el examen del mundo y comprensión de la responsabilidad y significado del pensar, de la naturaleza y de la historia.
La unidad de todo esto, es figura del convencimiento de que la sabiduría es un engaño. Sin embargo, las implicaciones de una y otra consideraciones, tienen un límite, encuentra una restricción proveniente del sustento de sus afirmaciones: tienen el límite de sí mismos, en el centro de las actividades creadoras de los mismos poetas, y en la idea inspiradora que pugnan por convertir en realidad perceptiva: el límite del exceso y purificación del envenenamiento, brotan de la magnificencia y valor de la Belleza, que siempre ha sido inspiradora –discreta o declarada- del amor a algo o a alguien, del amor a lo individual, y del amor a lo universal. Entre otras, estas son figuras del amor a la vida, de respeto a la vida reconocida como fuente originaria de gratitud a la vida por vivir, y al mundo, por tener un lugar digno en él.
br> Sí, es cierto, de continuo nos amenaza el infierno del envenenamiento del alma con pociones de perversidad que destila la soberbia y el odio de la prepotencia. Sí, es cierto, de continuo nos miran con sarcasmo y desafío, las tentaciones paradisiacas de los excesos sensualistas y virtuales. Pero hay que resistirlos y saber resistirlos. Esto es lo que dice en parte “sí” y en parte “no”, el tercer poeta, insinuado más arriba. Se trata de Omar Khayam, con su desafiante pensamiento: “Nos amenaza el infierno y nos hace promesas el paraíso. Pero sólo una cosa es cierta: la Vida se esfuma, y lo demás es vil mentira.” Es una certeza: la vida se acorta con cada día que pasa, pero también, cada día es una oportunidad para un momento de belleza y claridad de pensar y vivir, de comprensión de los fines de la acción y para el reconocimiento de la vida humana como algo valioso en sí mismo y por sí mismo. Esto, también aparece como susceptible de identificarse con uno de los significados de la frase que dijo Rimbaud, como pensamiento que sugiere poner límite, y hasta inducir la disolución del encantamiento del exceso, junto con la corrosión de los envenenamientos del mundo y del alma: es necesario “Reinventar el amor.”
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