Los ataques suicidad a New York y Washington (II)

Jorge Vázquez Piñon

3. Posibilidades y efectos en el interior.

Los ataques suicidas de Nueva York y Washington implican la consideración del porvenir inmediato para la organización política de Estados Unidos; entre los elementos configurantes de esa consideración aparecen, por un lado, la posibilidad de una crisis política que lleve a ese país a una nueva Constitución, o bien, convocar a un congreso constituyente que revise los fundamentos políticos de la nación, como anticipación y astucia de la racionalidad política frente a la crisis de la conciencia social derivada de la destrucción del centro financiero más importante del mundo y del ataque a la sede del poder militar que evidenciaron la vulnerabilidad de la sociedad norteamericana; ha quedado claro que las sociedades altamente complejas y desarrolladas resultan vulnerables por la evidencia de sus centros de poder, regulación, control y dominio. En efecto, la astucia política puede aparecer en el momento en que una crisis social se convierta en instancia para la refundación política de la nación, sin reducirse a la búsqueda de la venganza y satisfacción del odio en un ahogamiento del enemigo en sangre. Esta primera consideración responde a la incomodidad de algunos sectores de la población respecto al sistema electoral y de algunas opiniones sobre la conveniencia de modificar la Constitución, por la permisividad decadente que muestran los derechos a la información y expresión que garantizan las enmiendas constitucionales. El segundo contenido de la misma consideración que aquí se trata de determinar es la siguiente: la lógica del gobierno, la estructura militar y el poder industrial de la redes de corporaciones transnacionales pueden inducir en la sociedad norteamericana sistemas de control, mecanismos de opresión y estructuras operativas de vigilancia y supresión de derechos y asociaciones como respuestas a la exigencia de seguridad y erradicación de las disidencias políticas, ideológicas, religiosas, y de los sospechosos de ser enemigos o disidentes del nuevo orden y seguridad configurados como estructuras totalitarias; esta crisis social pone a Estados Unidos en el camino de convertirse en una sociedad totalitaria con un gobierno militar cobijado con la ideología de la democracia formal, opresora y represiva.

Los atentados suicidas en Washington y Nueva York del once de septiembre de 2001 manifiestan una variedad de significados que van más allá de las valoraciones y calificativos expresados por los principales medios de comunicación electrónica. Es importante resaltar que ha sido la prensa la que tiende a reconocer los atentados suicidas como hechos que muestran una diversidad de facetas susceptibles de interpretarse como síntesis del devenir de la civilización, contradicciones de Estados Unidos y de la globalización, de las contradicciones y desigualdades que dominan el mundo como efecto de las estructuras del trabajo y concentración de la riqueza bajo las líneas directrices de las leyes y necesidades del capital. La globalización es la estructura que unifica naciones y culturas mediante la especulación financiera transnacional y sobreposición de los intereses de las corporaciones bancarias, industriales y comerciales a la soberanía y cultura de los pueblos; de la misma manera, se han globalizado las contradicciones de la civilización; todo esto es un sistema de contradicciones.

El presidente Bush recibió poderes extraordinarios del Congreso para enfrentar la agresión y organizar la reacción; es notorio el dominio del pensamiento bipolar en los discursos presidenciales de un hombre que concentra el poder ejecutivo de la nación norteamericana. La bipolaridad del discurso que leyó en el pleno del Congreso en los primeros días posteriores a los ataques suicidas, contiene el esquema de la realidad que sustenta el pensamiento y reacción del gobierno de Estados Unidos, y que manifiesta una cierta correspondencia con la bipolaridad que el mundo mostró en el siglo X, en el enfrentamiento de la Europa occidental cristiana con la expansión del Islam. Mil años después, el esquema de la realidad que ha configurado el gobierno norteamericano permite inferir que la crisis provocada por los atentados suicidas es una guerra religiosa, o es una guerra que se declara contra un enemigo sin rostro y localización geopolítica, que puede estar en cualquier parte del mundo y con formas de organización que impide negar la existencia de redes entre estos grupos.

4. Posibilidades y efectos político-militares en el exterior.

Estados Unidos y Gran Bretaña tienen la disposición de atacar a Irak, Irán y lo que queda de Palestina; la tendencia que sustenta este esquema del mundo envuelto por el terror, muestra la voluntad para responder con violencia a la violencia, al crimen contra ciudadanos indefensos y desprevenidos con la invasión y bombardeo contra pueblos indefensos y pobres, para responder con la violencia militar-racionalizada a la violencia planificada de manera secreta y suicida; parece que el esquema de las relaciones entre Occidente y Oriente no ha cambiado en diez siglos; parece que el desarrollo de la conexión del pensamiento político con creencias y sentimientos religiosos no ha evolucionado en un milenio. En este contexto las reacciones de varias naciones musulmanas frente a amenazas y acusaciones del gobierno norteamericano, han movilizado masas en esas sociedades; esto significa que el Islam es una religión viva y actuante, porque mueve a los pueblos, a los hombres políticos y sustenta las decisiones de esos mismos pueblos. Sería muy peligroso que el gobierno de Estados Unidos abriera varios frentes de guerra en países islámicos y no islámicos; sería como incendiar sociedades en diferentes partes del mundo, y en el mediano plazo, no sería posible terminar con el fuego, además de que las llamas de la destrucción podrían aparecer en el interior de Estados Unidos como prefacio del surgimiento y enfrentamiento de las contradicciones de la sociedad norteamericana, depositadas en individuos que han demostrado ser capaces de todo, con las acciones con que han enfrentado al gobierno; los ataques con virus a las computadoras del gobierno, el atentado de Oklahoma, la avioneta estrellada en las cercanías de la Casa Blanca, los individuos que han disparado sus armas contra el mismo edificio, y los adolescentes asesinos a sangre fría en las escuelas y que se suicidan, son manifestaciones de contradicciones de la sociedad norteamericana, depositadas en la formación familiar, social y política; estos aparecen como símbolo de esas contradicciones no reconocidas por el gobierno y sociedad de Norteamérica.

5. Cambio en la estrategia global norteamericana.

Los atentados de Nueva York y Washington marcan el inicio del viraje que tiene que dar la vida política y social de Estados Unidos; a su pesar y contra su voluntad, la sociedad norteamericana tiene que cambiar, ya ha comenzado a cambiar, y lo que está cambiando es la concepción, fundamentos, práctica y fines de la democracia norteamericana. Por primera vez en su historia como nación independiente, han aparecido las restricciones a las libertades individuales, y es seguro que continuarán hasta configurar un sistema de control eficiente y eficaz sobre la acción política, social, laboral o profesional de individuos, grupos y asociaciones. El esquema de la sociedad cerrada ha aparecido en el interior del paradigma de la sociedad abierta por definición.

Las restricciones a los derechos civiles y políticos de los ciudadanos aparecen como un resultado de la bipolaridad excluyente y sin alternativas que proclamó el presidente Bush como nueva línea de acción política y social de Estados Unidos para el mundo; son los ciudadanos norteamericanos los primeros en recibir el efecto directo de la ideología de las nuevas cruzadas: se está con Occidente o se está contra Occidente, se está contra el terrorismo o se está a favor del terrorismo, se está a favor de Estados Unidos o se está contra Estados Unidos. Este paradigma político no prosperará, y no puede durar demasiado, porque implica una doble contramarcha en contra del devenir de los últimos quinientos años, que abriga la experiencia y formación social de la autonomía política y de independencia de los pueblos soberanos. Ese paradigma político pone en peligro los fundamentos y esquemas de la civilización de la globalización articulados en los últimos veinte años; resulta temerario suponer que la formación histórica de la economía mundial, estacionada en la recesión regulada, puede resistir una guerra de larga duración en varios frentes sin colapsarse, y evitar al mismo tiempo el levantamiento de la inconformidad popular en diversas partes del mundo, en sociedades con diferentes contradicciones económicas y políticas. Es un verdadero enigma suponer que la conciencia social, las organizaciones militares y la vida de los pueblos soportarían la guerra quirúrgica y silenciosa contra el terrorismo mediante grupos secretos antiterroristas que combatirían a estos grupos con el asesinato y el exterminio; sería imposible llevar adelante ese plan sin dejar senderos empapados con sangre inocente, con los cadáveres de individuos que nada tienen que ver con el terrorismo y que, sin embargo, pagarían el mismo precio que el enemigo sin rostro y sin sombra. La reacción de organizaciones extremistas puede ocurrir fuera de Estados Unidos y dentro de Estados Unidos, fuera de Inglaterra y dentro de Inglaterra, fuera de Europa y dentro de Europa, fuera de Israel y dentro de Israel.

Los fundamentos del discurso de la bipolaridad excluyente provienen de la concepción mítica y ancestral de la eterna lucha entre el bien y el mal, de las sombras contra la luz, de la maldad contra la verdad, de la barbarie contra la libertad, y de esta manera vuelve a manifestarse el peligro de un paradigma de pensamiento político y estrategia militar, abierto o secreto que no corresponde a la vida histórica de las civilizaciones; este señalamiento tiene como base la consideración siguiente: la vida histórica de las civilizaciones ha alcanzado configuraciones que escapan a las explicaciones que ofrecen las ciencias sociales y que rebasan al discurso del autoritarismo del poder, de la reacción desproporcionada y de la estrategia arrasante del enemigo sin que importe el costo material, el daño a la naturaleza, la destrucción de inocentes. En este contexto resulta imprescindible reiterar el significado del mito del mal y del demonio como depositarios de nuestras inseguridades, terrores y miedos reprimidos, provenientes de la conciencia de actos de inmoralidad, de acciones desprovistas de valores y que han roto el compromiso con la idea de la humanidad. En el presente es difícil afirmar que se sabe lo que es la humanidad.

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